Esta
historia tiene lugar en Agosto de 1991, cuando todavía no existía el
móvil y había que llamar a la familia desde una cabina de teléfono aguantando colas interminables y teniendo que hacer llamadas interprovinciales mucho más caras que las locales.
Como se trata de una vivencia de varios días y es un poco larga, he optado por dividirla en dos partes.
Aquí va la primera:
En aquellos días de vacaciones veraniegas, nuestra vida consistía en jugar al baloncesto por la mañana, jugar al baloncesto por la tarde y ya entrada la noche, si no jugábamos de nuevo, quedábamos con los amigos en los poyetes o en los bancos del parque para charlar un rato y reírnos de nuestras tonterías.
No recuerdo como surgió o de quién fue la idea de ir a un camping, pero tengo muy claro que por mi parte, tenía muchas ganas de acampar libre de familia a solas con los colegas.
No se trataba de recrear alguna locura que no pudiera hacer con mi familia al lado, era más bien como independizarse tres o cuatro días y poder montártelo como quisieras a lo Risky Business.
Javier, Rapo, Chiqui y yo nos embarcamos en una aventura en busca de pasarlo bien y como no, de conocer algunas buenas tías.
Nótese que no escribo unas tías buenas. Con dieciocho o diecinueve años el que más, si no estaban muy buenas, no suponía problema.
Pero un mínimo siempre era aconsejable, no fuera a ser que se nos presentaran las desconocidas y futuras hermanas bogavantes (Anécdota de las Bogavantes).
Si tuviera que explicar a alguien desconocido como eramos por aquel entonces lo haría de la siguiente forma:
- Chiqui un Heavy que me recuerda a Lemmy Kilmister de los MotorHead.
- Rapo siempre ha sido nuestro Kirk Cameron.
- Javier, era como una especie de Justin Bieber pero del Poligono (muy a su pesar).
- Yo, podría compararme con "El Piraña", pero como por ese tiempo tenia buen tipito y todo, y ya que soy el autor de esta anécdota, me describiré mejor como el Quique de Verano Azul siguiendo con la serie.
Lo primero, tras establecer el día D a la hora H, fue la organización. Una buena planificación haría que minimizarámos costes y esfuerzos a la hora de llevar las cosas necesarias como lámparas de gas, comida, platos, sillas, etc.
Un mísero minuto después todo quedó claro.
Fijamos el día y que cada cual llevaría y cargaría con lo suyo.
Menos mal que Rapo estuvo atento y sugirió que debíamos llevar solo una tienda de campaña porque cuatro abultarían mucho.
Cuando se presentó con la jodida tienda, creía que no podía existir una más grande. Si hubiéramos llevado cuatro en una bolsa, ocuparían menos espacio.
-- le dije -- Illooo, no veas, eso si que nos va a costar llevarlo.
-- Cual fue mi sorpresa al oír -- Pues eso sólo es la tela, hay que traer también lo hierros.
¡La bolsa de los hierros era el doble de grande!
Era como llevar un hospital de campaña de esos que montan los soldados americanos en las guerras o desastres.
Pero ya lo sabemos, esta familia lo hace todo a lo grande, unos el reintegro y otros ... JAL.
En fin, llegó el famoso día D y desde la estación de autobuses del Prado cogimos un Comes (de esos verdes) que nos dejó en un aparcamiento frente al Tapón de Matalascañas.
Desde allí hasta el Camping Rocío, a pleno sol, tuvimos que "patearnos" cuesta arriba dos kilómetros, más o menos, cargados hasta las trancas.
Cuando llegamos nos encontramos con el peor de los escenarios posibles, un cartel de NO HAY SITIO y una cola bastante larga con jóvenes que había tenido la misma idea.
Allí hicimos cola porque conforme iban saliendo campistas, dejaban entrar a unos cuantos afortunados.
Pasaron las horas y las horas y aquello avanzaba a un ritmo penoso.
Alguien de los primeros de la cola dijo al marcharse que pronto cerrarían y no dejaría pasar a nadie más.
Como se trata de una vivencia de varios días y es un poco larga, he optado por dividirla en dos partes.
Aquí va la primera:
En aquellos días de vacaciones veraniegas, nuestra vida consistía en jugar al baloncesto por la mañana, jugar al baloncesto por la tarde y ya entrada la noche, si no jugábamos de nuevo, quedábamos con los amigos en los poyetes o en los bancos del parque para charlar un rato y reírnos de nuestras tonterías.
No recuerdo como surgió o de quién fue la idea de ir a un camping, pero tengo muy claro que por mi parte, tenía muchas ganas de acampar libre de familia a solas con los colegas.
No se trataba de recrear alguna locura que no pudiera hacer con mi familia al lado, era más bien como independizarse tres o cuatro días y poder montártelo como quisieras a lo Risky Business.
Tom Cruise en Risky Business. |
Nótese que no escribo unas tías buenas. Con dieciocho o diecinueve años el que más, si no estaban muy buenas, no suponía problema.
Pero un mínimo siempre era aconsejable, no fuera a ser que se nos presentaran las desconocidas y futuras hermanas bogavantes (Anécdota de las Bogavantes).
Si tuviera que explicar a alguien desconocido como eramos por aquel entonces lo haría de la siguiente forma:
- Chiqui un Heavy que me recuerda a Lemmy Kilmister de los MotorHead.
- Rapo siempre ha sido nuestro Kirk Cameron.
- Javier, era como una especie de Justin Bieber pero del Poligono (muy a su pesar).
- Yo, podría compararme con "El Piraña", pero como por ese tiempo tenia buen tipito y todo, y ya que soy el autor de esta anécdota, me describiré mejor como el Quique de Verano Azul siguiendo con la serie.
Lemmy (Chiqui), Kirk (Rapo), Justin (Javier), Quique (Laure). |
Lo primero, tras establecer el día D a la hora H, fue la organización. Una buena planificación haría que minimizarámos costes y esfuerzos a la hora de llevar las cosas necesarias como lámparas de gas, comida, platos, sillas, etc.
Un mísero minuto después todo quedó claro.
Mierda para la organización
Fijamos el día y que cada cual llevaría y cargaría con lo suyo.
Menos mal que Rapo estuvo atento y sugirió que debíamos llevar solo una tienda de campaña porque cuatro abultarían mucho.
¡Hijo de su madre! Abultar poco...
Cuando se presentó con la jodida tienda, creía que no podía existir una más grande. Si hubiéramos llevado cuatro en una bolsa, ocuparían menos espacio.
-- le dije -- Illooo, no veas, eso si que nos va a costar llevarlo.
-- Cual fue mi sorpresa al oír -- Pues eso sólo es la tela, hay que traer también lo hierros.
No podía ser...
¡La bolsa de los hierros era el doble de grande!
Era como llevar un hospital de campaña de esos que montan los soldados americanos en las guerras o desastres.
Pero ya lo sabemos, esta familia lo hace todo a lo grande, unos el reintegro y otros ... JAL.
En fin, llegó el famoso día D y desde la estación de autobuses del Prado cogimos un Comes (de esos verdes) que nos dejó en un aparcamiento frente al Tapón de Matalascañas.
Desde allí hasta el Camping Rocío, a pleno sol, tuvimos que "patearnos" cuesta arriba dos kilómetros, más o menos, cargados hasta las trancas.
Cuando llegamos nos encontramos con el peor de los escenarios posibles, un cartel de NO HAY SITIO y una cola bastante larga con jóvenes que había tenido la misma idea.
Vaya mal rollo...
Pasaron las horas y las horas y aquello avanzaba a un ritmo penoso.
Alguien de los primeros de la cola dijo al marcharse que pronto cerrarían y no dejaría pasar a nadie más.
¿Eso como iba a ser?
Si ya no podíamos ni comprar un billete para volver a casa...
Tras unos minutos de espera más, con casi todo el personal marchándose por donde habían venido, alguien nos comentó que al día siguiente abrirían temprano y dejarían entrar a mucha más gente porque era un día de salida.
Con esta idea nos planteamos quedarnos haciendo guardia en la cola pero estábamos tan cansados, que decidimos adentrarnos en el bosque de pinos y pasar la noche durmiendo a "pelo".
Nos adentramos un poco en el pinar porque teníamos miedo de la guardia civil. Nos habían dicho que no permitían acampar ni dormir en la playa y alrededores. Que te ponían una multa y si no pagabas ibas directo al calabozo.
Ya empezaba la aventura, si nos pillaban, estábamos jodidos.
Tras buscar un poco, encontramos una buena explanada en medio de los árboles y allí extendimos medio suelo de la tienda-hospital.
Dejamos una parte para todos los bártulos y nos quedó sitio suficiente para dormir olgadamente tres en vertical y uno en horizontal (si... como en el tetris).
Al principio, como estaba atardeciendo todo fueron risas y valentonadas.
Aprovechamos para comer unos bocadillos y jugarnos unas cartas para ver quien sería el pardillo que tendría que dormir a nuestros pies con el aroma a pino muerto de nuestros calcetines sudados.
El que perdió fue Chiqui, pero siendo noche muy cerrada y tras oír unos ruidos raros entre los árboles, nuestro Lemmy se rajó totalmente y tuvimos que dormir los cuatro más juntitos de lo que me habría gustado recordar.
No se los demás, pero yo admito que pasé miedo. Al principio pensaba que podían venir a robarnos por lo que busqué mi machete de las fuerzas especiales (ganado en La Feria) y lo clavé en la tierra a modo de protección.
Surtió efecto pues, al ratillo, empecé a quedarme dormido con el sonido de la música lejana que nos llegaba desde el pueblo.
En el duermevela me parecía ver a Cher cantando y bailando el Shoop Shoop Song.
Does he love me? I want to know
How can I tell, if he loves me so?
Is it in his eyes?
Oh no, you'll be deceived...
How can I tell, if he loves me so?
Is it in his eyes?
Oh no, you'll be deceived...
Pero al poco fui despertado bruscamente por el sonido de una moto que me dejó miedo en el cuerpo y desvelado casi toda la noche.
Se oía un ruido de motor acercándose cada vez más y dando vueltas.
Tenía claro que eran motocicletas y empecé a imaginarme que eran varias correteando por las dunas, entre los pinos.
En mi paranoia ya daba por hecho que se trataba de la Guardia Civil buscando a todos los que se han quedado a dormir por allí (si es que había mas gente como nosotros) para meterles un "puro".
¡Ya me veía durmiendo en el calabozo!.
Después el canguelo fue a mayor porque pensé en nosotros allí tumbados y las motos pasándonos por encima. Esta visión me hizo llevar una mano instintivamente al cuello y la otra, a aquella zona noble que cualquier hombre aprecia por encima de todo.
Visto desde fuera parecería un pajotero de esos que les gusta maneársela en compañía, mientras se asfixia (esta vez sin bolsa de plástico) para aumentar el placer.
La Guardia Civil ya tenía más motivos para encerrarnos, si no nos aplastaban, al pasar por encima.
Vamos, una noche idílica en una
pose muy natural.
Con los primeros rayos de Sol me desperté y no os contaré quien abrazaba a quien, solo diré que esa imagen recogida con una buena cámara me hubiera permitido vivir holgadamente haciendo chantajes.
Sin duda, tuvo que ser una cuestión de supervivencia debido a la noche "a pelo", que fue muy fría.
Cuando todos estuvimos despiertos, siendo temprano todavía, recogimos los bártulos y fuimos nuevamente a hacer cola.
Como estaría yo de cansado que Rapo se me quedó mirando y me ayudó a llevar parte de mi carga.
Se notaba que llevaba un tiempo en el gimnasio y que "al nota" le había dado por las sentadillas.
-- Para saltar mucho y sacarle "deillos" al aro, mucha sentadilla y hacer crecer el sóleo. -- Solía decir a todas horas.
Terminó llevando sobre sus hombros el hospital al completo. Hierros, lonas y macutos se amontonaban sobre él como si nada. Parecía los coches de los marroquíes cuando van cargados hasta los topes.
Ahí tuve claro que debía apuntarme también al gimnasio.
¡Por fin!, llegó nuestro momento.
Nos dieron paso al Camping y pudimos empezar a montar la tienda.
Menos mal que era acampada libre, si no nos hubieran cobrado el precio de dos parcelas.
Para mi asombro, no costó mucho montarla y se veía bastante estable.
No se muy bien el motivo que llevó a no echar el suelo completo a la tienda (lo mismo alguien le había cogido el gusto a dormir juntitos).
Para
el tema de la iluminación habíamos traído nada más que un par de linternas.
Javier hablaba maravillas de la suya, una pelikan ultra pequeña que alumbraba como el faro de Chipiona.
Javier hablaba maravillas de la suya, una pelikan ultra pequeña que alumbraba como el faro de Chipiona.
--Tachaaan -- Dijo.
Y se hizo la luz...
Una haz brutal emergió de aquella pequeña maravilla. Era una iluminación totalmente irreal, parecía un faro de verdad.
Y se hizo la luz...
Una haz brutal emergió de aquella pequeña maravilla. Era una iluminación totalmente irreal, parecía un faro de verdad.
No habíamos terminado de alabarla cuando la luz fue decayendo rápidamente hasta apagarse.
-- No problems. -- Masculló Javier.
Por lo visto venía bien provisto de pilas. Abrió un paquete de alkalinas y le inserto dos nuevecitas.
Por lo visto venía bien provisto de pilas. Abrió un paquete de alkalinas y le inserto dos nuevecitas.
--Tatatachaan. -- Repitió continuando con la presentación.
La misma luz cegadora, caras de satisfacción al estilo de los primeros hombres al hacer fuego y diez segundos después, vuelta a la penumbra.
La misma luz cegadora, caras de satisfacción al estilo de los primeros hombres al hacer fuego y diez segundos después, vuelta a la penumbra.
Javier, desmotivado con su pelikan, no quiso ni siquiera probar con las otras.
¿Para que?
Si iba a durar menos que el Equipo A en una cárcel.
Si iba a durar menos que el Equipo A en una cárcel.
Tras
colocar nuestros chismes, saque mi colchoneta inflable de esas buenas
de lona roja por un lado y azul por el otro. Creo que cause sensación. Ya
no iba a dormir más a pelo.
Nos fuimos a la playa y disfrutamos de lo lindo con las olas.
Me enteré que Chiqui no sabia nadar y no me lo terminaba de creer porque se metía bastante profundo.
Ya
me fue quedando mucho más claro cuando, montado en la colchoneta, lo empujábamos hasta donde le cubría. Fue todo el tiempo diciendo:
-- Mamones, Mamones, ¿donde me lleváis?
Estaba muy tenso, tumbado boca abajo y muy bien agarrado a la colchoneta. Parecía una garrapata.
Seguro que era más complicado tirarlo de ahí arriba que quitarle la pelota a Oliver y Benji.
Estaba muy tenso, tumbado boca abajo y muy bien agarrado a la colchoneta. Parecía una garrapata.
Seguro que era más complicado tirarlo de ahí arriba que quitarle la pelota a Oliver y Benji.
¡Un
tío valiente donde los haya!. Yo hubiera perdido los papeles a la primera.
De hecho, me empecé a acojonar por si se caía o una ola lo tiraba.
Más que nada porque seguro que me iba a tocar a mi hacerle el boca a boca. Por los otros dos, terminaría ahogado antes de recurrir a una maniobra de reanimación que incluyera un besuqueo.
Ante esta visión tenebrosa que me perseguiría durante toda mi vida, opté por recurrir al
-- "Enga illos", no vayáis a partirme mi cama. Vamos a dejarla ya, no vaya a ser que se pinche.
De hecho, me empecé a acojonar por si se caía o una ola lo tiraba.
Más que nada porque seguro que me iba a tocar a mi hacerle el boca a boca. Por los otros dos, terminaría ahogado antes de recurrir a una maniobra de reanimación que incluyera un besuqueo.
Ante esta visión tenebrosa que me perseguiría durante toda mi vida, opté por recurrir al
-- "Enga illos", no vayáis a partirme mi cama. Vamos a dejarla ya, no vaya a ser que se pinche.
Y surtió efecto porque volvimos a la orilla a tomar el sol con un Chiqui ya repuesto.
Pasamos una noche tranquila, paseamos por el camping, jugamos unas cartas y comimos más bocatas.
Comencé a sentir varios retortijones al "venirse la carga atrás". Pero decirles a estos "notas" que me iba al servicio, era como darles una invitación a ser el objetivo de alguna broma.
Así que cuando pude, me escabullí y puse la directa a los servicios. Sabía que era cuestión de tiempo que notaran mi falta.
Cuando llegué, no se que hora sería, pero todo estaba con poca luz y no había un alma.
Elegí el servicio más lejano que además era de esquina con lo cual no me podrían ver los pies por debajo.
Ya estaba a punto de salir cuando los oí entrar silenciosamente conteniendo las risas.
Alguien preguntó sobre como eran mis chanclas para intentar localizarme.
Para mi sorpresa, empezarón a llamar a la puerta de otro retrete. Creí que me iba a dar algo. ¡Se estaban equivocando!.
El desconocido, más acojonado que otra cosa, se armó de valor y les dijo que lo dejaran traquilo. Ellos pensarían que era yo cambiando la voz porque siguieron dándole la lata hasta que me digné a salir de mi escondite.
La cara de sorpresa fue tremenda. Allí se quedaron mirándome hasta que entendieron lo que estaba ocurriendo. Estaban aporreando la puerta de cualquier pobre chaval que nada tenía que ver.
Seguro que le habían causado el síndrome del "mojón enconado", que es cuando lo tienes ahí, ahí... y del susto se te mete para adentro.
¡Estreñido de por vida!.
Me lo imagino corriendo para su tienda con el susto en el cuerpo.
continua en Parte 2.
1 comentario:
ese chiki en la corchoneta sería espectacular.....
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