miércoles, 23 de octubre de 2013

Aventuras y desventuras de cuatro amigos en Matalascañas (Parte II).


Continuación de las aventuras y desventuras de cuatro amigos en Matalascañas.


 
Segunda Parte:


Al día siguiente de nuestras minivacaciones hubo más agua, olas y cachondeo. 
Como novedad, vimos a "la francesita", así bautizada por  Javier que dominaba el franchute.
La chavala era un portento, llevaba un bikini minúsculo y como top, una camiseta que apenas le cubría unas grandiosas tetas.
Como también era usuaria del camping nos dio mucho juego para bromas y conversaciones subidas de tono.
Personalmente creo que la chavalita "miraba" a Javier pero no hubo tema alguno.

Se nos ocurrió dar una vuelta para la zona donde se hacia nudismo con la ilusión de ver buen material.

Vimos bastante, pero sobre todo del sexo opuesto. 

¡Vaya con un nota! Que "casualmente" salió del agua cuando nosotros pasamos de vuelta. 

¡Iba armado y en pelotas!

Por favor, del agua de la playa no se sale empalmado y desnudo, es un principio básico de las buenas formas entre los de nuestra especie.  

Las mujeres no deben tener esto en cuenta. 
En la última reunión del G8 se llegó a un acuerdo mundial en esta materia.
Toda mujer, que salga del agua desnuda o en topless hace un gran favor al bienestar mundial.

Así que por el bienestar mundial, aplicaros el cuento.

Volviendo al nudista, deciros que el susodicho notaría nuestro pesar al haber contemplado dicha imagen y confundió las señales.

No se le ocurrió otra cosa que decirnos adiós con una mano y tocarse el "nastro siniestro" con la otra.

¡Que falta de tacto! Aunque debería decir de educación porque lo que se dice tacto... no. Se la "tacteaba" insistentemente.

¡Para mí que se la estaba meneando!.

Como resultado, se llevó bastantes cortes de manga y la denominación unánime de Maricona Hijo de Puta (que nos perdone su madre).


Ya sabéis, por Sevilla y alrededores Maricón e Hijoputa no son despectivos, ni siquiera un ¡mariconaaa! que se usa a modo de saludo entre amigos. 

Pero Maricona e Hijo de Puta en la misma frase siempre es despectivo. 

Ya de vuelta a nuestra tienda, el vacío hacia rugir mi barriga. Que hambre tenía, estaba famélico de tanta agua y paseitos. Lo pero era que no había comprado nada para almorzar, sólo quedaba un trozo de bocata más duro que un ripio y una lata de cocacola calentona.

¡Qué maravilla! cuando Chiqui hizo unas salchichas con ketchup y las ofreció al personal.  Supieron a gloria bendita.
Ya apuntaba la cosa a una Expo 92 magnífica.

Se hizo la tarde y estábamos preparando las cosas para ducharnos e irnos maqueaditos a dar una vuelta por el pueblo. 
De repente, vimos a lo lejos un tío corriendo, agitando los brazos en el aire.
-- ¿Que le pasara a ese?  -- Dije en voz alta.
-- Mira, por allí van dos iguales. -- Señalo Javier apuntando a dos que gesticulaban mientras corrían.

Que raro nos parecía aquello.

-- Ahggh!  Ahh!   -- Exclamo Rapo dando saltos y salió corriendo como una exalación de la misma forma que los que habíamos visto antes.

Menos mal que por ese tiempo no había visto Guerra Mundial Z ni de Walking Death, si no hubiera creído que los zombies nos invadían, que había algo en el aire.

Pronto lo descubrí, no eras un gas, ni nada tóxico, eran mosquitos tigres. 

¡Como corrimos hasta las duchas! 

Impresionaba ver a los que llegaban más tarde. Parecían deformes, como el hombre elefante. Toda la cara llena de picaduras rojas e inflamadas. Yo tendría unas diez o quince entre brazos y piernas. 
Los nuevos que entraban era para verlo, lo hacían chillando y maldiciendo lo más sagrado. Venían con muchísimas más picaduras y la mayoría en la cara. 
Era una cosa así como ses libro de Stephen King, La Niebla. Todo el que salía a ver si se habían marchado volvía a entrar hecho polvo.

Parece broma, pero allí nos juntamos medio camping esperando a que se fueran los malditos chupasangre. 
El Ayuntamiento tuvo que fumigar seriamente para exterminar a esos asesinos.

Por fin cuando la nube se fue a picotear a otros lares, aprovechamos para ducharnos y empezar a ponernos "guapos" para una excursión al pueblo.

Me puse los únicos pantalones que me había traído para la ocasión, mis zapatos y una camisa bien remetidita. Nada de botines ni camisas playeras pues tenía que ir bien "maqueado".

Pero me encontré con dos problemas técnicos:
- El pantalón me estaba bastante grande de cintura y no me había traído correa.
- La camisa estaba arrugadilla (por lo bien que doblo la ropa) y sobre todo, el cuello, que no había quien lo colocara correctamente. Quedaba abierto, con los picos hacia arriba.

La camisa no suponía gran problema y lo solucioné con cinta de celo pegada, a modo de cinta doble, en el interior del cuello de la camisa. 

Bah!!, problemas a mi...

El tema pantalón era mucho más serio, no me permitía caminar sin que se cayera vilmente y dejara al descubierto mis calzoncillos rojos.
La solución apareció por si sóla como caida del cielo. A pocos pasos de donde me encontraba divisé, tirada en el suelo, una cuerdecilla de esparto que algún campista habría usado como viento para la tienda.

Esa cuerda podría salvarme la vida. Ojalá hubiera suficiente para mi cinturita de avispa. 
Dio lo justo para poder atármela bien apretadita. Para que no se viera, saque la camisa por fuera y listo. 

No soy de ir a la moda, pero aquello era un tanto incomodo y me hacia sentir algo avergonzado.
Como siempre, era mejor guardarlo en secreto. Decidí no airearlo para no tener que aguantar al personal, sobre todo de Javier que era un autentico coñazo con el tema del vestuario. 

La "Sariana" del Rapo y los "Mortadela" del Chiqui dieron juego por años y años.


Rumbo a la diversión nocturna, tomamos el caminito, ahora cuesta abajo, hasta el pueblo. Fuimos todo el camino cantando el Carrion On de Manowar y se nos hizo bastante ameno.

Llegamos a un Pub ubicado en una especie de semisótano y pedimos algo de beber. 
Volvía a sonar el Shop Shop Song de Cher, cosa que nos agradaba bastante. La habíamos tomado ya como la cancion del camping.

Vimos un grupo enorme de tías sentadas en un lateral y Javier, que estaba lanzado, no se le ocurrió otra cosa que presentarse del tirón. 

Así, sin avisar ni nada.

Uff y yo con mi cuerda de esparto haciéndome una cebadura el las caderas.
Si se daban cuenta, les diría que era una promesa, que era muy devoto del Calvario o algo así...

Javier hizo el amago de presentarnos pero todo se quedo en catorce tías mirándonos y él charlando, con mucho tino y gusto, con la única guapetona. 

Pues nada, allí le eche cara al asunto y me presente a las catorce.  
Note que Chiqui había desaparecido pero Rapo iba detrás mía, besuqueando a la congregación de chicas Almodovar.

Resultado, indiferencia total, 28 besos en la cara y medio kilo de maquillaje pringoso. 
Lo importante es que no se dieron cuenta de mi correa improvisada. Me prometí que al día siguiente haría por comprarme una en condiciones.

Tras un rato, divisamos a Chiqui que estaba hablando con un tío muy raro. Era bastante alto, por lo menos 1,95 cm. y tenía los ojos tan rojos que daba autentico "Yuyu". 
Al principio parecía que estaban discutiendo y ya nos veíamos repartiendo mamporros a diestro y siniestro.
Pero, no, no se que estaría hablando, pero nada de peleas ni mal rollo.

Volvimos a recuperar a Chiqui y decidimos comer algo en un restaurante-pub que había allí al lado. 
Creo que pedimos unas hamburguesas.

Tras esto empezamos a visitar todos los sitios que nos fueron pareciendo atractivos y terminamos bastante perjudicados.
Bueno, como yo no bebo, sólo estaba cansado.

Terminamos en un kiosco donde vendían chupitos y nos tomamos unos que a mi me parecieron hechos de alcohol de quemar.

Eran fortísimos, a base de Bourbon, Vodka, Ron, Whiskey, etc..
Con deciros que los nombres eran Mamazo, Chupazo, gran Mamada...

La segunda o tercera ronda terminó haciendo gala a sus nombres y dejó al personal medio mamado.
Sobre todo a Chiqui que le había dado seriamente a la Budweiser y ya estaba algo perdudicado.


Nos lo pasamos francamente bien y decidimos volver a nuestro caminito dirección al Camping.



Pero aún no habíamos salido del pueblo cuando Chiqui decidió entrar a comer algo en un bareto que estaba ya recogiendo.

-- Posadero, ¡ponme algo de comer!  -- Dijo Chiqui al estilo medieval.
-- Está cerrado  -- Apuntó el hombre mientras seguía barriendo y señalaba a todas las sillas colocadas en lo alto de las mesas.
-- !Algo de comer!  -- Volvió a repetir sentándose en la barra ante nuestro asombro.

El Camarero, un hombre mayorcete con pinta de cansado, se quedó sin palabras y por un momento pensamos que lo iba a mandar al carajo. Pero finalmente sonrió y llamó a alguien que estaba en la cocina.
Apareció una chavala con pinta de ser más bruta que Hulk chocando los cinco y le ofreció varias cosas de la carta.

Terminamos viendo comer a Chiqui, mientras el hombre y la joven seguían recogiendo el local.

Si venir a cuento, y con voz bastante fuerte, nuestro heavy va y dice
-- Uuaaa, ¡esa me la quiero follar yo!.

¡Tierra trágame!. No me podía creer lo que acababa de oír. 
Miré al camarero con la intención de averiguar como le había sentado aquello. 
Tenía la sospecha que aquel local era un negocio familiar y  que se trataba de padre e hija.

Y así era.  
Nos lo hizo saber con cara muy seria, pero curiosamente, sin mal rollo. Creo sinceramente que le había cogido cariño a Chiqui.
Menos mal. Ya me veia salir de allí a escobazos.

Lo mejor de todo esto fue que las palabras del Chiqui cayeron bien y la muchacha se desvivió por atenderlo e incluso le ofreció carta de postres.

¡Al final se la podía a ver trajinado y todo!.



Conseguimos poner rumbo al camping y volvimos a subir la dichosa cuestecita.
Aquello estaba bastante oscuro y se apreciaban perfectamente las estrellas. 
La Estrella Polar (del Norte) relucía perfectamente en la Osa Menor. 
Sin más, Rapo y yo nos pusimos a entonar de nuevo el Carry On de Manowar. Pronto se unió Chiqui.

The north star always guides me
when winter skies are gray
and i wait for sun when all are one
i shall not betray
calling at me
i'm waiting when all are led astray
Carry on my sons forever


Tras muchas paradas en el camino y aprovechando que se oía a lo lejos otra de las canciones emblematicas del camping, You're the one that I want de la pelicula Grease, Javier se puso a cantar y bailar imitando al Travolta.

Si podéis, imaginaros al Javier enseñando a Chiqui a bailar esta canción.  No he visto un tío mas negado para mover un brazo a lo John Travolta.




De vuelta a la super tienda procedí a cortar la maldita cuerda y me enfundé mi bañador pijama para caer rendido en la gloriosa colchoneta.

Cuando estaba en el quinto sueño, más agusto que un bebé en su cuna, oí unos ruidos rarísimos y me incorporé lo justo para echarme un lado cuando el Chiqui, que dormía a mi lado, echó la pota.

La niña del exorcista hubiera tenido una crisis de ansiedad al verlo.

¡Cómo puso mi inmaculada colchoneta!

Menos mal que no habíamos echado el suelo al completo y el grueso cayó en la arena.

Volvió a echarse a dormir como si sólo hubiera estornudado.

Por mi parte, me quedé contemplando como la pota del colega había espurreado mi confortable cama. Tenía claro que con lo cansado que estaba no me iba a poner a limpiar.  Opté por el camino fácil, darle la vuelta y echarme también a dormir.

Al día siguiente me costó despegarla pero nada que un par de buenos tirones no resolviera. Ya quedaría limpita con el agua de la playa...

En los últimos días también tuvimos nuestras andanzas por el pueblo e incluso fuimos a la discoteca Surfasaurus, famosa por aquel lugar. Por supuesto ya tenía mi correa para lo que pudiera pasar.

Fue en la playa donde pasamos los mejores momentos y si hubiéramos estado unos días más hubiéramos entablado amistad con un grupito de "buenorras" que se hartaron de reír con nuestras esculturas en la arena. Sobre todo con el negrito de los huesitos con un Pollón entre las piernas.



En fin, como veis, una gran aventura digna de recuperar.

FIN



martes, 22 de octubre de 2013

Aventuras y desventuras de cuatro amigos en Matalascañas (Parte I).

Esta historia tiene lugar en Agosto de 1991, cuando todavía no existía el móvil y había que llamar a la familia desde una cabina de teléfono aguantando colas interminables y teniendo que hacer llamadas interprovinciales mucho más caras que las locales.

Como se trata de una vivencia de varios días y es un poco larga,  he optado por dividirla en dos partes.


Aquí va la primera:
 


En aquellos días de vacaciones veraniegas, nuestra vida consistía en jugar al baloncesto por la mañana, jugar al baloncesto por la tarde y ya entrada la noche, si no jugábamos de nuevo, quedábamos con los amigos en los poyetes o en los bancos del parque para charlar un rato y reírnos de nuestras tonterías.


No recuerdo como surgió o de quién fue la idea de ir a un camping, pero tengo muy claro que por mi parte, tenía muchas ganas de acampar libre de familia a solas con los colegas.

No se trataba de recrear alguna locura que no pudiera hacer con mi familia al lado, era más bien como independizarse tres o cuatro días y poder montártelo como quisieras a lo Risky Business.  




Tom Cruise en Risky Business.


Javier, Rapo, Chiqui y yo nos embarcamos en una aventura en busca de pasarlo bien y como no, de conocer algunas buenas tías.

Nótese que no escribo unas tías buenas. Con dieciocho o diecinueve años el que más, si no estaban muy buenas, no suponía problema.
Pero un mínimo siempre era aconsejable, no fuera a ser que se nos presentaran las desconocidas y futuras hermanas bogavantes (Anécdota de las Bogavantes).


Si tuviera que explicar a alguien desconocido como eramos por aquel entonces lo haría de la siguiente forma:
- Chiqui un Heavy que me recuerda a Lemmy Kilmister de los MotorHead.
- Rapo siempre ha sido nuestro Kirk Cameron.
- Javier, era como una especie de Justin Bieber pero del Poligono (muy a su pesar).
- Yo, podría compararme con "El Piraña", pero como por ese tiempo tenia buen tipito y todo, y ya que soy el autor de esta anécdota, me describiré mejor como el Quique de Verano Azul siguiendo con la serie.



Lemmy (Chiqui), Kirk (Rapo), Justin (Javier), Quique (Laure).


Lo primero, tras establecer el día D a la hora H, fue la organización. Una buena planificación haría que minimizarámos costes y esfuerzos a la hora de llevar las cosas necesarias como lámparas de gas, comida, platos, sillas, etc.

Un mísero minuto después todo quedó claro.


Mierda para la organización 

Fijamos el día y que cada cual llevaría y cargaría con lo suyo.
Menos mal que Rapo estuvo atento y sugirió que debíamos llevar solo una tienda de campaña porque cuatro abultarían mucho.


 ¡Hijo de su madre! Abultar poco...

Cuando se presentó con la jodida tienda, creía que no podía existir una más grande. Si hubiéramos llevado cuatro en una bolsa, ocuparían menos espacio.

-- le dije  -- Illooo, no veas, eso si que nos va a costar llevarlo.
-- Cual fue mi sorpresa al oír  -- Pues eso sólo es la tela, hay que traer también lo hierros.
 

No podía ser...
 
¡La bolsa de los hierros era el doble de grande!

Era como llevar un hospital de campaña de esos que montan los soldados americanos en las guerras o desastres.

Pero ya lo sabemos, esta familia lo hace todo a lo grande, unos el reintegro y otros ...  JAL.


En fin, llegó el famoso día D y desde la estación de autobuses del Prado cogimos un Comes (de esos verdes) que nos dejó en un aparcamiento frente al Tapón de Matalascañas.

Desde allí hasta el Camping Rocío, a pleno sol, tuvimos que "patearnos" cuesta arriba dos kilómetros, más o menos, cargados hasta las trancas.




Cuando llegamos nos encontramos con el peor de los escenarios posibles, un cartel de NO HAY SITIO y una cola bastante larga con jóvenes que había tenido la misma idea.


Vaya mal rollo...

Allí hicimos cola porque conforme iban saliendo campistas, dejaban entrar a unos cuantos afortunados.

Pasaron las horas y las horas y aquello avanzaba a un ritmo penoso. 

Alguien de los primeros de la cola dijo al marcharse que pronto cerrarían y no dejaría pasar a nadie más. 

¿Eso como iba a ser?

Si ya no podíamos ni comprar un billete para volver a casa...

Tras unos minutos de espera más, con casi todo el personal marchándose por donde habían venido, alguien nos comentó que al día siguiente abrirían temprano y dejarían entrar a mucha más gente porque era un día de salida.

Con esta idea nos planteamos quedarnos haciendo guardia en la cola pero estábamos tan cansados, que decidimos adentrarnos en el bosque de pinos y pasar la noche durmiendo a "pelo".

Nos adentramos un poco en el pinar porque teníamos miedo de la guardia civil. Nos habían dicho que no permitían acampar ni dormir en la playa y alrededores. Que te ponían una multa y si no pagabas ibas directo al calabozo.


Ya empezaba la aventura, si nos pillaban, estábamos jodidos.

Tras buscar un poco, encontramos una buena explanada en medio de los árboles y allí extendimos medio suelo de la tienda-hospital.

Dejamos una parte para todos los bártulos y nos quedó sitio suficiente para dormir olgadamente tres en vertical y uno en horizontal (si... como en el tetris).

Al principio, como estaba atardeciendo todo fueron risas y valentonadas.

Aprovechamos para comer unos bocadillos y jugarnos unas cartas para ver quien sería el pardillo que tendría que dormir a nuestros pies con el aroma a pino muerto de nuestros calcetines sudados.

El que perdió fue Chiqui, pero siendo noche muy cerrada y tras oír unos ruidos raros entre los árboles, nuestro Lemmy se rajó totalmente y tuvimos que dormir los cuatro más juntitos de lo que me habría gustado recordar.

No se los demás, pero yo admito que pasé miedo. Al principio pensaba que podían venir a robarnos por lo que busqué mi machete de las fuerzas especiales (ganado en La Feria) y lo clavé en la tierra a modo de protección.

Surtió efecto pues, al ratillo, empecé a quedarme dormido con el sonido de la música lejana que nos llegaba desde el pueblo. 


En el duermevela me parecía ver a Cher cantando y bailando el Shoop Shoop Song


Does he love me? I want to know
How can I tell, if he loves me so?
Is it in his eyes?
Oh no, you'll be deceived...


Pero al poco fui despertado bruscamente por el sonido de una moto que me dejó miedo en el cuerpo y desvelado casi toda la noche.
Se oía un ruido de motor acercándose cada vez más y dando vueltas.

Tenía claro que eran motocicletas y empecé a imaginarme que eran varias correteando por las dunas, entre los pinos.
En mi paranoia ya daba por hecho que se trataba de la Guardia Civil buscando a todos los que se han quedado a dormir por allí (si es que había mas gente como nosotros) para meterles un "puro".


¡Ya me veía durmiendo en el calabozo!.
 
Después el canguelo fue a mayor porque pensé en nosotros allí tumbados y las motos pasándonos por encima. Esta visión me hizo llevar una mano instintivamente al cuello y la otra, a aquella zona noble que cualquier hombre aprecia por encima de todo. 

Visto desde fuera parecería un pajotero de esos que les gusta maneársela en compañía, mientras se asfixia (esta vez sin bolsa de plástico) para aumentar el placer.

La Guardia Civil ya tenía más motivos para encerrarnos, si no nos aplastaban, al pasar por encima.

Vamos, una noche idílica en una pose muy natural.
 

Con los primeros rayos de Sol me desperté y no os contaré quien abrazaba a quien, solo diré que esa imagen recogida con una buena cámara me hubiera permitido vivir holgadamente haciendo chantajes.

Sin duda, tuvo que ser una cuestión de supervivencia debido a la noche "a pelo", que fue muy fría.

Cuando todos estuvimos despiertos, siendo temprano todavía, recogimos los bártulos y fuimos nuevamente a hacer cola.

Como estaría yo de cansado que Rapo se me quedó mirando y me ayudó a llevar parte de mi carga.

Se notaba que llevaba un tiempo en el gimnasio y que "al nota" le había dado por las sentadillas.

-- Para saltar mucho y sacarle "deillos" al aro, mucha sentadilla y hacer crecer el sóleo.  -- Solía decir a todas horas.


Terminó llevando sobre sus hombros el hospital al completo. Hierros, lonas y macutos se amontonaban sobre él como si nada. Parecía los coches de los marroquíes cuando van cargados hasta los topes.


Ahí tuve claro que debía apuntarme también al gimnasio.

¡Por fin!,  llegó nuestro momento.
Nos dieron paso al Camping y pudimos empezar a montar la tienda.
Menos mal que era acampada libre, si no nos hubieran cobrado el precio de dos parcelas.

Para mi asombro, no costó mucho montarla y se veía bastante estable.
No se muy bien el motivo que llevó a no echar el suelo completo a la tienda (lo mismo alguien le había cogido el gusto a dormir juntitos).

Para el tema de la iluminación habíamos traído nada más que un par de linternas. 
Javier hablaba maravillas de la suya, una pelikan ultra pequeña que alumbraba como el faro de Chipiona.

--Tachaaan  -- Dijo.

Y se hizo la luz... 
Una haz brutal emergió de aquella pequeña maravilla. Era una iluminación totalmente irreal, parecía un faro de verdad.
No habíamos terminado de alabarla cuando la luz fue decayendo rápidamente hasta apagarse.

-- No problems.  -- Masculló Javier.
Por lo visto venía bien provisto de pilas. Abrió un paquete de alkalinas y le inserto dos nuevecitas.

--Tatatachaan.  -- Repitió continuando con la presentación.

La misma luz cegadora, caras de satisfacción al estilo de los primeros hombres al hacer fuego y diez segundos después, vuelta a la penumbra. 
Javier, desmotivado con su pelikan, no quiso ni siquiera probar con las otras. 

¿Para que? 
Si iba a durar menos que el Equipo A en una cárcel.

Tras colocar nuestros chismes, saque mi colchoneta inflable de esas buenas de lona roja por un lado y azul por el otro. Creo que cause sensación. Ya no iba a dormir más a pelo.

Nos fuimos a la playa y disfrutamos de lo lindo con las olas.
Me enteré que Chiqui no sabia nadar y no me lo terminaba de creer porque se metía bastante profundo.  
Ya me fue quedando mucho más claro cuando, montado en la colchoneta, lo empujábamos hasta donde le cubría. Fue todo el tiempo diciendo:
-- Mamones, Mamones, ¿donde me lleváis?

Estaba muy tenso, tumbado boca abajo y muy bien agarrado a la colchoneta. Parecía una garrapata.
Seguro que era más complicado tirarlo de ahí arriba que quitarle la pelota a Oliver y Benji.

¡Un tío valiente donde los haya!.  Yo hubiera perdido los papeles a la primera.
De hecho, me empecé a acojonar por si se caía o una ola lo tiraba. 
Más que nada porque seguro que me iba a tocar a mi hacerle el boca a boca. Por los otros dos, terminaría ahogado antes de recurrir a una maniobra de reanimación que incluyera un besuqueo.
Ante esta visión tenebrosa que me perseguiría durante toda mi vida, opté por recurrir al
-- "Enga illos", no vayáis a partirme mi cama. Vamos a dejarla ya, no vaya a ser que se pinche.

Y surtió efecto porque volvimos a la orilla a tomar el sol con un Chiqui ya repuesto.


Pasamos una noche tranquila, paseamos por el camping, jugamos unas cartas y comimos más bocatas. 

Comencé a sentir varios retortijones al "venirse la carga atrás". Pero decirles a estos "notas" que me iba al servicio, era como darles una invitación a ser el objetivo de alguna broma. 
Así que cuando pude, me escabullí y puse la directa a los servicios. Sabía que era cuestión de tiempo que notaran mi falta.

Cuando llegué, no se que hora sería, pero todo estaba con poca luz y no había un alma.

Elegí el servicio más lejano que además era de esquina con lo cual no me podrían ver los pies por debajo.

Ya estaba a punto de salir cuando los oí entrar silenciosamente conteniendo las risas.
Alguien preguntó sobre como eran mis chanclas para intentar localizarme.
Para mi sorpresa, empezarón a llamar a la puerta de otro retrete. Creí que me iba a dar algo. ¡Se estaban equivocando!.

El desconocido, más acojonado que otra cosa, se armó de valor y les dijo que lo dejaran traquilo. Ellos pensarían que era yo cambiando la voz porque siguieron dándole la lata hasta que me digné a salir de mi escondite.

La cara de sorpresa fue tremenda. Allí se quedaron mirándome hasta que entendieron lo que estaba ocurriendo. Estaban aporreando la puerta de cualquier pobre chaval que nada tenía que ver.
Seguro que le habían causado el síndrome del "mojón enconado", que es cuando lo tienes ahí, ahí... y del susto se te mete para adentro. 

¡Estreñido de por vida!.

Me lo imagino corriendo para su tienda con el susto en el cuerpo.

continua en Parte 2.